Puede ser difícil diferenciar entre la disfluencia que es parte normal del desarrollo y las primeras señales de tartamudez. Por lo tanto, el diagnóstico de la tartamudez es generalmente provisional y se basa en la observación directa del niño y en la información proporcionada por los padres sobre cómo se expresa en diferentes situaciones.
La disfluencia normal ocurre en muchos niños entre los 18 meses y los siete años de edad, relacionada con sus esfuerzos por aprender a hablar. Suelen repetir sonidos, sílabas y palabras al iniciar una oración, pero esto tiende a disminuir con el tiempo.
En contraste, la tartamudez leve puede manifestarse con repeticiones más frecuentes de sonidos, sílabas y palabras, así como alargamientos de sonidos ocasionales. Los niños con tartamudez leve pueden mostrar mayor persistencia en sus trabas y reaccionar ante su disfluencia de manera más evidente que los niños con disfluencia normal.
La tartamudez grave se caracteriza por una disfluencia casi constante en el lenguaje del niño, con repeticiones y bloqueos verbales frecuentes. Los niños con tartamudez grave suelen mostrar signos de tensión y esfuerzo físico al hablar, e incluso pueden evitar hablar en ciertas situaciones.
Es importante tener en cuenta que la tartamudez grave es más probable que persista en comparación con la tartamudez leve, aunque algunos niños se recuperarán espontáneamente. Los padres de niños con tartamudez a menudo se preocupan por el futuro del niño y pueden creer erróneamente que hicieron algo para causar el problema.
En resumen, es crucial distinguir entre la disfluencia normal y la tartamudez para poder proporcionar el tratamiento adecuado. Los niños con tartamudez pueden beneficiarse de la evaluación y el asesoramiento de un logopeda o terapeuta del habla para abordar sus dificultades de manera efectiva.